Agricultores contra urbanitas: la batalla que incendia Europa
El cartel del tractor dice: "Nuestro fin será vuestro hambre". Un lema que resume la sensación de desamparo y apocalipsis económico y social que existe en el ámbito rural de muchos países europeos. La imagen se tomó en Francia, donde agricultores y ganaderos libran una dura batalla contra el gobierno.
Este 29 de enero, después de jornadas de cortes de carreteras en diferentes puntos del país, los agricultores franceses se lanzaron a bloquear París. ¿De dónde viene su ira?
El enfado de la gente que trabaja en la agricultura y ganadería se produce por una suma de factores. Subida de los precios de los combustibles, restricciones por motivos medioambientales que aumentan los costes de la producción, precios bajos por la competencia de un mercado global... Y un sentimiento de haber sido olvidados por esa élite que trabaja en las grandes ciudades y tiene empleos creativos delante de una computadora.
Esa sensación de ser los perdedores en un nuevo mundo hipertecnificado y dominado por los urbanitas provoca cólera en la gente que habita, aún, el campo. Y la extrema derecha se lanza a sacar partido de esa cólera. Según recogía The New York Times, Jordan Bardella, dirigente del partido Agrupación Nacional, de ultraderecha, daba su apoyo a quienes protestan con una frase rotunda: “Esta es la Francia de los olvidados”.
El movimiento de indignación de la gente del campo no se limita, ni mucho menos, a Francia. En la vecina Bélgica también se producen protestas (en la imagen, agricultores por las calles de Bruselas).
También los agricultores alemanes tienen a su gobierno (una coalición de socialdemócratas y verdes) contra las cuerdas: el fin de los subsidios al diésel, al igual que en Francia, es el detonante. Pero las exigencias medioambientales de la Unión Europea también irritan al campo.
La agenda que incluye el llamado Pacto Verde Europeo pretende, entre otras cosas, reducir el uso de fertilizantes o limitar el terreno para cultivo y que la naturaleza vuelva a su estado salvaje en algunas zonas. Eso implica, dicen los agricultores, hacer la actividad agraria mucho menos competitiva en el mercado internacional.
Imagen: Karsten Wurth / Unsplash
La protesta está en las carreteras y calles de Europa pero también en las urnas: en las últimas elecciones locales de Países Bajos el partido más votado fue el Movimiento Campesino con el 19'2%. En la imagen, Caroline van der Plas, líder del Movimiento Campesino (BoerBurgerBeweging -BBB-).
Frente a las preocupaciones medioambientales y ecológicas de los partidos de izquierda, la derecha populista pretende dar contestación al malestar del campo. En Italia, la populista de derechas Giorgia Meloni (en la imagen), que gobierna el país, tiene su propia "agenda verde" basada en el llamado "soberanismo alimentario".
El gobierno italiano de extrema derecha decidió prohibir la carne fabricada en laboratorio que comienza a irrumpir en el mercado (se hace mediante células madre). Se dan argumentos con apariencia científica (motivos de seguridad alimentaria) pero se trata de primar la producción agrícola y ganadera italiana.
Imagen: Luca Basili / Unsplash
Soberanismo alimentario significa: lo que se produce en nuestro país antes que lo que viene de fuera. Es uno de las reivindicaciones de la gente que trabaja en el campo. Y entronca con el "antiglobalismo" de cierta derecha (aunque también con las críticas a la globalización de la izquierda tradicional).
Imagen: Maksym Kaharlytskyi / Unsplash
La batalla cultural entre el campo y la ciudad es uno de los ejes de las convulsiones sociales que sufre el mundo. En Estados Unidos explica el auge de un personaje como Trump. Su voto en las zonas rurales resulta masivo y él juega el papel de outsider contra las élites urbanas intelectuales.
Frente a la pujanza de ciertos sectores sociales (quienes viven de la nueva economía digital y actividades similares) se opone un empeoramiento de las condiciones de vida del trabajador tradicional en zonas, sobre todo, rurales. Lo cual provoca un resentimiento que se expresa en protestas y voto a formaciones que prometen soluciones radicales.
Más allá de la batalla cultural, la gente que trabaja en la agricultura o ganadería tiene derecho a vivir dignamente. Esa es la cuestión principal y por eso salen a protestar.
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