¿De quién es la Luna?
La India ha sido el último país que ha dejado su huella en la Luna. Fue el 23 de agosto de 2023, cuando el módulo de aterrizaje de su misión Chandrayaan-3 alcanzaba un área cercana al polo sur lunar, siendo el primer país que consigue tal proeza y el cuarto en visitar nuestro satélite junto a Estados Unidos, la Unión Soviética y China.
El objetivo de la misión lunar Chandrayaan-3, dirigido por la Organización de Investigación Espacial de la India (ISRO, por sus siglas en inglés) es, además de alunizar, obtener también datos importantes sobre cómo es la composición mineral de la Luna, si existe agua en su superficie o bajo tierra y la actividad sísmica que se produce en ella.
El éxito espacial indio, que anunció su primer ministro, Narendra Modi, al grito de “¡India está en la Luna!”, tuvo lugar solo unos días después de que Rusia fracasara en una misión similar, ‘Luna 25’, de Roscosmos, que llevaba gestándose varias décadas y que terminó con su sonda estrellándose y provocando un nuevo cráter en la Luna.
Estas misiones son la muestra de que el mundo, lejos de aquellos tiempos de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS, está de nuevo inmerso en una importante carrera espacial en la que, la característica principal es que han aumentado los países que la protagonizan.
Mientras tanto, desde el año 2017 también está en marcha el conocido como 'Programa Artemis', puesto en marcha por la NASA y otros colaboradores -ESA, JAXA, CSA, ISA y ASA- (con un total de 28 países implicados) con el primer objetivo de volver a explorar la Luna y llevar a “la primera mujer y el próximo hombre”, específicamente al polo sur del astro para finales de 2024.
Además, a largo plazo, el Programa Artemis busca crear un hábitat favorable para que haya una presencia sostenible de seres humanos en la Luna y sentar las bases para que las empresas privadas afiancen una "economía lunar".
Y no solo hablamos de países, sino también de empresas privadas. Y es que, además de la investigación científica, cada vez se muestra más interés por el turismo espacial, algo para lo que la Luna se convierte en un atractivo importante.
Un buen ejemplo de ello fue, en 2021, la exitosa misión Inspiration4 de SpaceX, la empresa del multimillonario Elon Musk, la primera misión espacial que realizaban con una tripulación formada completamente por civiles, tras la que llegarían otras, mientras ya ha anunciado futuros viajes de turismo espacial.
Pero volviendo al tema que nos ocupa… La presencia de tal número de pretendientes, sumado a los países que ya han pisado su superficie, dejan en el aire importantes preguntas: ¿Quién puede ser el dueño de la Luna? ¿Tiene ya dueño? ¿Se puede plantear que sea propiedad de alguien o que pueda repartirse en distintas propiedades?
La controversia sobre este tema no es nueva y viene de lejos, desde el mismo momento que el astronauta estadounidense Neil Armstrong puso el primer pie de un ser humano en la superficie lunar el 20 de julio de 1969 y dijo aquella célebre frase de “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”.
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La cantidad de intereses que existen actualmente dan paso a un futuro incierto en este sentido, aunque el papel de la Luna a nivel geopolítico será crucial en la disputa entre las grandes potencias como Estados Unidos, China, Rusia y ahora también India.
El tema, como decimos, no es nuevo, y no basta con plantar una bandera sobre la tierra, como sucedía en el lejano oeste, para quedarse con ella. Muestra de ello es la firma, el 27 de enero de 1967 del Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre al que se adhirieron, a pesar de producirse en el contexto de la Guerra Fría, Estados Unidos, la Unión Soviética y el Reino Unido.
Aquel tratado surgió al hilo de la pregunta que surgió durante las misiones Apolo de si se podía privatizar la propiedad de la Luna y cogió más fuerza con el Apolo XI, en el momento en que Armstrong pisó la Luna y entró el nerviosismo entre los soviéticos.
Al Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre, al que también se le conoce de forma más simple como Tratado del Espacio, se fueron sumando con los años otros países, de modo que, actualmente se encuentra ratificado por un total de 110 naciones y simplemente firmado por otras 23.
Representa el marco jurídico básico del derecho internacional del espacio y, entre las numerosas medidas que contempla, se encuentra la prohibición expresa de cualquier tipo de apropiación de ningún país en el espacio, lo que incluye, evidentemente, a la Luna.
"El espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, no podrá ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso u ocupación, ni de ninguna otra manera", se expone literalmente en el tratado, recalcando que “los recursos celestes como la luna o un planeta (…) son patrimonio común de la humanidad”.
Un marco normativo que deja clara evidencia que, por mucho que Buzz Aldrin clavara la bandera de las barras y las estrellas sobre la superficie de la Luna un día después de su aterrizaje, en ningún momento el satélite pasó a ser propiedad de los Estados Unidos.
Doce años después, en 1979, se firmó el Tratado de la Luna, que no entraría en vigor hasta 1984 y en el que se abogaba por poner en marcha una jurisdicción regida por la comunidad internacional para todos los cuerpos celestes (incluyendo, claro, la Luna).
Sin embargo, hay un gran problema en torno a este tratado y es que solo ha sido ratificado por 17 países, entre las que no se incluye, precisamente, las grandes potencias espaciales que han puesto en marcha misiones tripuladas a la Luna, como son Estados Unidos, Rusia o China. Arabia Saudí, incluso, se retiró del tratado en 2023.
El 13 de octubre de 2020 se firmaron los Acuerdos de Artemisa, otro tratado internacional basado en el del espacio ultraterrestre de 1967 y que fue pactado por los 28 países participantes en el Programa Artemis.
A pesar de todo, estos acuerdos, sigue sin haber una regulación común sólida sobre la posibilidad de que cualquier país o empresa puede declararse como dueña de la Luna, o de parte de ella. Cuestiones que podrían suponer conflictos internacionales futuros dentro de la nueva carrera espacial en marcha actualmente.
Y no es una cuestión baladí ni de simple orgullo nacional, sino que todo esto tiene el trasfondo de la explotación de los recursos existentes en la Luna, como puede ser, entre otras cosas, el agua lunar o el helio-3, un material idóneo para la fusión nuclear.
Fuera de los tratados internacionales, surge otra cuestión sobre la que no se ha hablado: la de la propiedad individual. Todos los acuerdos, ratificados o no, hablan solo de países como posibles dueños de la Luna, pero no de personas (o empresas), un pequeño ‘vacío’ que ha dado lugar a anécdotas dentro de este tema.
La más conocida, la del empresario estadounidense Dennis Hope, quien, alegando haber encontrado una laguna dentro del derecho internacional, se autoproclamó como dueño de la Luna.
Para ello, Hope hizo uso de la denominada ‘Homestead Act’, la Ley de Asentamientos Rurales de Estados Unidos promulgada por Abraham Lincoln el 20 de mayo de 1862 y por la que se permite que una persona se quede como propietario cualquier parcela sin dueño siempre y cuando la registre a su nombre y nadie presente ninguna alegación en el transcurso de 8 años.
Y la cosa no queda ahí, porque Hope no solo decidió proclamar su soberanía sobre el astro, sino de que, además, en 1980 comenzó su propio negocio vendiendo “parcelas” de la Luna a través de su empresa Lunar Embassy, una idea muy lucrativa por la que se ha embolsado desde entonces unos 9 millones de dólares de manos de 2,5 millones de ‘propietarios’ de todo el mundo.
Lejos de esta estafa interplanetaria preparada para todos los bolsillos (el precio por casa 0,4 hectáreas de la superficie lunar es de solo 37 dólares), Hope ha dado un paso más allá colaborando con grandes empresas de la exploración espacial como SpaceX con el objetivo futuro de construir viviendas y centros de ocio en la Luna.
Como Hope, años antes surgió en Chile la figura de Jenaro Gajardo Vera, un abogado, pintos y poeta que ya se autoproclamó dueño de la Luna en 1954 y así lo firmó incluso en una notaría de la ciudad agrícola de Talca, en el centro del país sudamericano.
La historia la narraba en 1969 al diario estadounidense The Evening Independent, donde explica que Gajardo Vera realizó este movimiento para poder entrar a formar parte de una asociación local, el Club Social de Talca, para lo que era imprescindible poseer algún bien. Y como no tenía nada, decidió convertirse en el dueño de la Luna.
Según el diario estadounidense, el hombre afirmaba que, incluso, el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, se puso en contacto con él y le pidió permiso para que los astronautas Buzz Aldrin, Michael Collins y Neil Armstrong pudieran aterrizar en la Luna. Algo sobre lo que, por supuesto, no existen datos oficiales que puedan respaldarlo.
Las anécdotas parecen del todo delirantes, pero, en el fondo vuelven a poner sobre la mesa una cuestión que cada vez es más realista sobre el tema de la propiedad de nuestro satélite… ¿Pasarán las bromas a convertirse en un problema real en unos años? El debate está sobre la mesa…