La corriente del Golfo se debilita: posibles y catastróficas consecuencias para el planeta
La corriente del Golfo es una corriente atlántica que forma parte de la Circulación de vuelco meridional del Atlántico (conocida por sus siglas en inglés como AMOC), que lleva el agua caliente y salada hacia el norte y el agua fría al sur. Cumple un papel importante en la regulación de las temperaturas, especialmente en la región del Atlántico Norte.
Sin la AMOC y la corriente del Golfo, la Europa septentrional estaría congelada. El norte de Escocia se encuentra en la misma latitud que Alaska, pero las temperaturas no son ni comparablemente igual de gélidas o con tanta nieve. Barcelona (España) se encuentra en la misma latitud que Chicago (EEUU)… pero la temperatura anual es mucho más alta, ¡sobre todo en invierno!
Imagen: RedAndr/Wikimedia
Algunos estudios publicados en la prestigiosa revista Nature revelan que la AMOC (estrechamente unida a la corriente del Golfo) está al nivel más débil de los últimos 1.600 años. El estudio muestra que el declive se inició hace alrededor de 150 años y que la corriente ha perdido entre el 15 y el 20 por ciento de su fuerza.
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En 2023, un estudio basado en los modelos publicados por Nature Communications sugirió que la AMOC desaparecería entre el 2025 y el 2095. Según los investigadores, es más probable que el colapso actual se confirme en torno al 2050.
Aunque el estudio haya sido publicado en la reconocida revista Nature, otros expertos han puesto en duda el modelo sobre el que se han hecho las previsiones del posible colapso en lo que queda de siglo.
Aun así, el hecho de que cada vez más los datos señalen en esa dirección sigue siendo preocupante. "Tenemos que tomarnos esto en serio, sobre todo cuando hablamos de un riesgo que queremos excluir con una seguridad del 99,9%", ha declarado a The Guardian el profesor Stefan Rahmstorf de la Universidad de Postdam en Alemania.
Pero, ¿por qué este estudio es tan alarmante? Según los expertos, un colapso del sistema AMOC podría provocar el caos en todo el mundo, sobre todo en Europa y América del Norte. Estos son algunas de las principales consecuencias previstas.
El colapso de este sistema podría hacer que Europa occidental sea mucho más fría. Según el modelo del 2023, las temperaturas medias podrían bajar hasta 10 o 15 grados. ¡Se trata de algo muy serio! En ese caso, la temperatura media de Barcelona, por ejemplo, sería muy parecida a la de Chicago… ¡O incluso más fría!
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Un ejemplo de las consecuencias catastróficas que esta situación puede provocar fueron recogidas por un estudio publicado por Nature Foods en 2020, que sugería que el colapso de la AMOC podría reducir drásticamente las precipitaciones en el Reino Unido, con la correspondiente reducción del porcentaje de terrenos cultivables en el país del 32% a apenas el 7%.
Los modelos predicen también que la redistribución de las aguas menos cálidas en la América del Norte oriental podría causar la subida del nivel del mar, que agravaría las inundaciones y la erosión en lugares como Nueva York o Boston. Los sucesos meteorológicos extremos podrían aumentar de igual manera.
Un artículo publicado en 2021 en Nature Climate Change reveló que "el colapso del estado actual de la AMOC tendría graves consecuencias en el sistema climático global y aumentaría el riesgo en cascada de otras transiciones que son importantes componentes estables del sistema de la Tierra, como la capa antártica, los sistemas de los monzones tropicales y el bosque amazónico".
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Teniendo en cuenta los efectos en todo el equilibrio terrestre, podríamos experimentar consecuencias aterradoras para el sistema agrícola global, incluso lejos de la región del Atlántico Norte. Según la ONG, Artic Ice Project, India, América del Sur y África occidental se verían duramente golpeadas, con consecuencias que irían desde el deterioro de los cultivos hasta la falta de alimentos y el aumento de los precios.
Según la investigación, la última vez que la AMOC se debilitó tanto fue durante la última glaciación, hace unos 12.000 años. Otro colapso imprevisto tendría repercusiones importantes en la vida y los ecosistemas marinos que están acostumbrados a las temperaturas de los últimos miles de años. En pocas palabras, podría tener consecuencias también sobre la pesca.
Los investigadores mantienen que es importante alzar la bandera roja, ya que el colapso de estas corrientes vitales podría evitarse si limitamos los efectos del cambio climático.
El derretimiento de la capa polar del Ártico podría alterar las corrientes, añadiendo una enorme cantidad de agua dulce al océano. Como el flujo de la corriente del Golfo en parte la determina las diferencias en la densidad del agua (que dependen tanto de la temperatura como de la salinidad), la dilución del agua marina puede interrumpir la fuerza de la corriente.
En los 4,5 millones de años de historia de la Tierra, esto ya ha ocurrido. Los geólogos teorizan sobre que habrá un momento, cuando los cascos polares se hayan derretido completamente, que no existirán más corrientes ni circulación de agua en los mares, lo que hará que los océanos sean pantanosos (como el océano de Canfield en la era proterozoica).
Aunque para muchos los océanos sean algo "lejano para los ojos y para el corazón", se trata de un elemento que juega un papel fundamental en el cambio climático. Según las Naciones Unidas, el mar produce el 50% del oxígeno que necesitamos, absorbe el 25% de todas las emisiones de dióxido de carbono y captura el 90% del calor en exceso que generan estas emisiones. En resumen: ¡es hora de actuar!