La guerra mundial por el Ártico: la obsesión de Putin
¿Podría ser el Ártico el escenario de la III Guerra Mundial? Esa es una pregunta que se hacen muchos expertos y que gira en torno al creciente interés de países como Rusia, China o Estados Unidos, y que ya ha generado tensiones en la zona.
El Ártico siempre ha sido uno de los objetivos de Vladimir Putin para su proyecto de una ‘Gran Rusia’ al ser una zona de grandes recursos minerales y naturales, además de una zona esencial para el transporte logístico.
Las tensiones en la zona se incrementaron ya en marzo de 2022, cuando el Consejo Ártico, el Consejo Nórdico de Ministros, el Consejo de los Estados Marítimos del Báltico y el Consejo Euro-Ártico del mar de Barents, suspendieron su colaboración con Rusia hasta 2023 por la invasión de Ucrania.
El Consejo Ártico es un foro internacional que promueve la cooperación en la región formado por ocho miembros: Canadá, Dinamarca (Feroe y Groenlandia), Estados Unidos, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia y Rusia, junto a representantes de seis comunidades indígenas del Ártico.
El conjunto de estos países tiene la soberanía sobre los espacios marítimos y terrestres de la zona manteniendo, hasta ahora, un alto nivel de entendimiento y cooperación a pesar de algunas controversias territoriales.
La situación derivada de la guerra de Ucrania ha llevado a países como Finlandia y Suecia que, además solicitaron su ingreso en la OTAN pese a las amenazas de Rusia, a importantes tensiones y a que el Consejo Ártico suspendiera provisionalmente su actividad.
Klaus Dodds, profesor de geopolítica de la Royal Holloway Universidad de Londres, especializado en la región, advirtió que “El Ártico afronta su mayor crisis en 35 años. (…) Hay peligro de que la tensión vaya en aumento. Al final tendremos en el Consejo Ártico esa división de 7+1, cuando Rusia tiene la mayor capacidad militar en la región”.
“La OTAN probablemente impulsará su presencia en el Ártico con maniobras militares, planes para compartir información sobre la zona y se asegurará posiciones. Y Rusia seguirá mostrándose como víctima”, aseguró Dodds.
De hecho, en la primavera de 2022 tuvieron lugar en el Ártico las mayores maniobras militares en años bajo la denominación de ‘Cold Comfort’. En ellas, participaron 30.000 soldados de 27 nacionalidades, 200 aviones y 500 buques de guerra, todo simulando una invasión rusa a Noruega.
Rusia, por su parte, marca territorio. Ha reacondicionado 13 bases aéreas, diez estaciones de radar, 20 puestos fronterizos y diez centros de coordinación de emergencia. Ha construido nuevas bases y patrulla la península de Kola con bombarderos y submarinos.
Según el informe ‘El Ártico, ¿de la cooperación al conflicto?’, del Instituto de Estudios Estratégicos de España, “Rusia tiene el convencimiento de que la historia y la geografía le otorgan el derecho de influir en el Ártico y, de forma especial, en la Ruta Marítima del Noroeste”.
“Cualquier incremento de la presencia de la OTAN en los países del Ártico lo considera amenazante para sus intereses. (…) Por eso, desde 2014, Rusia ha militarizado la zona progresivamente”, apunta el informe.
Marzio G. Mian, autor del libro 'Ártico, la batalla por el Gran Norte’, lo tiene claro: “El Ártico es la obsesión de Putin. Su visión del Ártico forma parte de su visión de Rusia (…) y repite muchas veces que Rusia liderará el mundo gracias al Gran Norte”.
Según Félix Arteaga, investigador del Real Instituto Elcano: “En 2015, el presidente del consejo ruso de expertos del Ártico y la Antártida ya dijo que había una gran posibilidad de que el Ártico ruso sea la primera línea de defensa en caso de un conflicto militar global, porque es la dirección más probable de un ataque con misiles balísticos nucleares del adversario”.
La guerra en el Ártico se convertiría, lamentablemente, en una guerra nuclear, según apunta Arteaga, porque “como en esa zona es difícil desplegar tropas sobre el terreno, lo que queda es un tipo de guerra a distancia con intercambio de misiles balísticos o hipersónicos. Y esa opción de amenaza nuclear es algo que la doctrina rusa siempre ha mantenido”.
En noviembre de 2022, en medio de las tensiones por la Guerra de Ucrania, la OTAN ya alertó sobre una escalada militar de Rusia en el Ártico, después de que los rusos botaran en la zona el rompehielos atómico más grande del mundo.
El rompehielos Yakutia, cuenta con 173 metros de eslora, por 34 de manga y 51 de altura y está propulsado por dos reactores nucleares diseñados por la agencia atómica rusa, y se puso en marcha en un acto en San Petersburgo presidido por Vladimir Putin por videoconferencia, según apuntó la cadena Euronews.
La gigantesca embarcación entrará en servicio en 2023 con el objetivo de abrir paso a las rutas marítimas congeladas en el norte de Rusia, siendo capaz de romper capas de hielo de hasta de 2,8 metros de espesor.
Forma parte del Proyecto 22220 en los Astilleros Bálticos, pertenecientes a la compañía gubernamental Corporación Unida de Construcción Naval de Rusia, una iniciativa que la URSS tenía casi terminada para los años 90, pero que de desbarató con la caída del imperio soviético.
Así, el proyecto se retomó en la primera década los 2000. En 2009, la Oficina Central de Diseño Iceberg terminó los trabajos técnicos para, en 2012, firmar un contrato con los Astilleros Bálticos gracias al cual se construyó el primer rompehielos por 1.000 millones de euros.
Los trabajos con Astilleros Bálticos han llevado a la construcción desde entonces de un total de 7 rompehielos atómicos, el primero de los cuales ya entró en funcionamiento en 2020, mientras que el último lo haría, previsiblemente, en 2029.
La superioridad de Rusia en ese sentido sobre sus competidores es abismal. Y es que Estados Unidos y China sólo tienen dos rompehielos cada uno y son diésel, además de que sólo los nucleares garantizan poder navegar durante todo el año, incluyendo el invierno, que cuenta con temperaturas medias de -40ºC.
“Incrementaremos el potencial de nuestra flota de rompehielos atómicos (…) para desarrollar una Ruta Marítima Ártica que permita a Rusia aprovechar todo su potencial exportador”, dijo el presidente ruso en el acto del que se hizo eco Euronews.
El objetivo de Rusia en el Ártico es crear una ruta logística similar a la del Canal de Suez y que sirva precisamente como alternativo a este importante paso comercial, uniendo sus mares del norte con los puertos del sur de Asia.
Otro importante actor en este tema es China, que se ha declarado un estado semi-ártico y tiene la ambición, como Rusia, de convertirse en una potencia polar. De hecho, desde el año 2013 es observador dentro del Consejo Ártico.
Sobre este tema, China publicó el ‘Libro Blanco sobre Política Ártica’, un documento de 2018 en el que reconoce la soberanía de los estados árticos a la vez que defiende que no tengan competencia exclusiva sobre la zona, el tráfico marítimo y sus recursos.
La ambición que tiene China, según explica Eduardo Tzili, profesor investigador de la Universidad Unidad Xochimilco e integrante del Grupo de Estudios sobre Eurasia, es “crear la ‘Ruta Polar de la Seda’, parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, un proyecto geopolítico para asegurar la conectividad física y digital en Eurasia y en el mundo”.
Según Tzili, “a China le preocupan las crecientes tensiones entre la OTAN y Rusia, pues incide en inestabilidades internacionales” y “la ruptura total del Consejo Ártico sería fatal porque no puede dar la espalda a Rusia, el país con mayor costa ártica, pero tampoco al resto de países con quienes tiene proyectos comerciales y científicos (sobre todo con Noruega)”.
Y más actores. Como no podía ser de otra manera, por la zona también ha mostrado interés Estados Unidos, miembro del Consejo Ártico. Y es que ya en 2019 saltó la noticia de que Donald Trump le había pedido precio a Dinamarca para comprarle Groenlandia.
La afrenta no sentó nada bien a los daneses, que lo tomaron como una falta de respeto. Sin embargo, tiempo después Estados Unidos ha seguido fijando su mirada en la gigantesca isla, donde anunció fuertes inversiones en 2020 provocando la ira de Rusia.
“Groenlandia es una zona estratégica. Juega un papel fundamental en la cuestión del paso del noroeste y tiene recursos naturales muy valiosos como tierras raras, que son fundamentales para la tecnología”, ha destacado Antonio Quesada, secretario técnico del Comité Polar Español.
Y añade: “Pero no solo hay un interés por parte de Estados Unidos sino también de China, con quien Groenlandia ya tiene acuerdos comerciales. China no tiene una visión tan geopolítica como Rusia y Estados Unidos sino más comercial. Ellos quieren explotar los recursos y tener facilidades para moverlos”.
El último de los actores no es ningún país, sino el cambio climático, que es considerado por Rusia como “una gran oportunidad” para el aprovechamiento de los recursos del Ártico, un arma de doble fijo y una pelea permanente de ecologistas con estos países.
Y es que el Ártico cuenta con el 13% de las reservas de petróleo mundial, el 30% del gas, el 27% de diamantes y otros valiosos minerales. Recursos que hasta ahora eran difíciles de explotar, pero que gracias al deshielo provocado por el cambio climático se volverán completamente accesibles.
“El retroceso del hielo en el Ártico no solo se convertirá en un contratiempo para el clima sino también para la geopolítica. Porque Rusia, Estados Unidos y China aspiran a explotar una región con enormes posibilidades”, ha dicho Quesada.
El cambio climático está acelerando una guerra que ya ha comenzado y en la que cada actor está moviendo sus fichas. ¿Desatará el Ártico la III Guerra Mundial? ¿Servirá para decantar la hegemonía mundial entre Occidente, Rusia y China? Lo que está claro es que será una zona estratégica y trascendental para el futuro del planeta en todos los sentidos.
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