La monumental catedral subterránea que protege a Tokio de las inundaciones
Tokio es una ciudad vulnerable a las inundaciones. Por eso hace tiempo se diseñó una solución bajo tierra que tiene la monumentalidad de una catedral. O del Partenón, como también se denomina a esta fabulosa obra de ingeniería.
La batalla entre Tokio y los desastres naturales (como tormentas e inundaciones) lleva siglos desarrollándose. Pero no ha sido hasta hace relativamente poco cuando la capital de Japón ha estado en disposición de nivelar esa batalla.
La ciudad se ubica en una llanura por la que atraviesan cinco sistemas fluviales y decenas de ríos que, todos los años, provocan inundaciones, destrozos y muertes. A esto se suma la urbanización e industrialización de una de las ciudades punteras del planeta.
Fue en 1947, cuando las autoridades niponas tomaron conciencia y decidieron que debían hacer algo. Aquel año de posguerra, el tifón Kathleen dejó 400 mm de lluvia en una semana, devastando Tokio, destrozando 31.000 viviendas y sesgando la vida a 1.100 personas.
Desde ese momento, Japón comenzó a invertir en prevención de desastres y reducción de riesgos que derivaron en el año 1990, cuando comenzó el monumental proyecto del G-CANS (Canal de Descarga del Área Metropolitana Exterior).
Se trata de una obra magna de ingeniería capaz de recoger todo el agua de las crecidas en la zona metropolitana de Tokio, lo que implica más de 5.000 kilómetros cuadrados.
El G-CANS está compuesto por seis silos de contención realmente grandes, con unas medidas colosales y que hacen las veces de captación de aguas: 35 metros de diámetro y 65 metros de altura. En cada uno de ellos, entraría la Estatua de la Libertad.
Este agua es transferida al G-CANS, el estanque de tormentas cuya grandes y majestuosidad se asemejan a la de una catedral, con la salvedad de contar con 13.000 m2 de superficie y 25 metros de altura, fijados en 59 solemnes pilares de hormigón.
Este G-CANS es capaz de evacuar 200 toneladas de agua por segundo que, además, cuenta con un sistema de bombas que permite separar el agua limpia del agua sucia, con los restos de asfalto.
Por poner en contexto, esta catedral baja hasta 22 metros por debajo de la superficie y se extiende, a través de túneles y cámaras, durante 6,3 kilómetros por el subsuelo del norte de Tokio.
Así, todo el agua que es absorbida por este sistema, acaba siendo transferida el río Edo, que puede asumir ese incremento con relativa sencillez.
Y para que no haya agua que se quede por el camino, el G-CANS dispone de bombas de potencia con 13.000 caballos de fuerza que empujan todo el agua hasta el río.
Para hacerse una idea de lo que suponen estas bombas, baste decir que serían capaces de vaciar una piscina de 25 metros en poco más de un segundo, al ser capaces de empujar 200 toneladas de agua por segundo.
Pero el tiempo pasa, el mundo evoluciona, el cambio climático continúa y esta instalación, construida entre 1992 y 2006, con una inversión de 2.000 millones de dólares, podría estar quedándose obsoleta o, al menos, escasa.
El G-CANS se construyó en base a los registros históricos de lluvias en Japón y se le dio capacidad para soportar hasta 50 milímetros de lluvia por hora, especialmente en zonas con mucha población y viviendas.
Pero lo que era habitual a mediados del siglo XX, empieza a no serlo. La Agencia de Meteorología de Japón estima que las precipitaciones fuertes se han incrementado en el país a lo largo del siglo XXI. Y eso es un problema.
Así, desde la Oficina de Construcción del Gobierno Metropolitano de Tokio tienen claro que las nuevas catedrales subterráneas que se están construyendo, deben ser más amplias que la ya construida.
Y así es como los proyectos que tiene ahora en marcha la Administración nipona, han elevado la capacidad hasta una horquilla que oscila entre 65 y 75 milímetros de lluvia por hora.
Y por si alguien duda de la rentabilidad de este proyecto, conviene señalar que el número de viviendas dañadas desde la construcción del G-CANS se ha reducido un 90%.
Foto: Unsplash - Clement Souchet
Además, según estudios oficiales de la Administración japonesa, tan sólo en el ahorro de gastos de limpieza tras las inundaciones, las arcas públicas han ahorrado más de 1.200 millones de dólares.
Por otro lado, la catedral subterránea se ha convertido en un elemento turístico de primera magnitud, tanto para japoneses, como para turistas extranjeros.
No sólo llama la atención la magnitud arquitectónica y de ingeniería de una obra majestuosa, sino también la innegable comparación con otros templos, como es el caso de la Mezquita de Córdoba.
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