Argumentos para combatir el discurso antivacunas
La pandemia generada por la Covid-19 sorpendió al mundo y ha supuesto un gran reto a nivel global . Ha tenido, además, efectos paradójicos: la demostración de que la ciencia nos salva de la catástrofe y, a la vez, la expansión de desinformación en forma de movimiento antivacunas. ¿Cómo combatir este discurso anticientífico?
Por mucho que la OMS ofrezca ruedas de prensa televisada, la desinformación circula a través de la red y en el ecosistema de los grupos cerrados que pueden crearse a través de Facebook, Telegram, WhastApp. Es importante tener claros los argumentos que impugnan el discurso antivacunas.
Según explican desde la BBC, antes de lanzarnos a un debate con una persona que se define como antivacunas, resulta recomendable tener muy claros nuestros argumentos y priorizar. Lo primero de todo es saber si la persona con la que vamos a debatir está abierta a cambiar de ideas o si hablar con ella será como hacerlo con una pared.
Desde la BBC recomiendan también que seamos humildes a la hora de hablar con una persona que tiene dudas acerca de las vacunas. Debemos identificar cómo, quién o desde dónde se ha difundido la información falsa o errónea para poder refutarla y, una vez lo tengamos claro, resaltar las ventajas que sabemos que tienen. Siempre con información concreta frente a los miedos abstractos y genéricos que suelen difundir los gurús antivacunas.
Uno de los argumentos más comunes que existen en contra de las vacunas es que no son naturales y que las personas han luchado contra las enfermedades sin su ayuda durante miles de años.
Pero existen otras cosas, como puede ser la leche pasteurizada o la cría selectiva, que tampoco son "naturales" y, sin embargo, han ayudado a la humanidad a vivir mejor y durante más años.
Las vacunas existen desde hace más de 200 años y nos han ayudado a reducir la mortalidad infantil y a aumentar la esperanza de vida de las personas en general. Además, a día de hoy, gracias a ellas se han erradicado numerosas enfermedades como la viruela o la escarlatina.
Un argumento muy recurrente utilizado por los antivacunas y que The Washington Post ha calificado como "el tema de conversación más pernicioso contra las vacunas" es el de que no protegen completamente contra el virus de la Covid-19 y que las personas pueden infectarse o infectar a otros a pesar de estar vacunadas.
Sin embargo, los expertos son claros sobre la utilidad de las vacunas. (aún cuando no eviten el contagio al 100%). El epidemiólogo Antoine Flahault lo resumía en una entrevista en France24 concedida en septiembre de 2021 donde aseguró: "Los números hablan por sí solos".
En la mencionada entrevista, el doctor Flahault destacó que en los países con un alto porcentaje de vacunación, las muertes relacionadas con la Covid-19 son muy bajas, incluso aunque se incremente la tasa de infección. Por el contrario, en los lugares con un menor número de personas vacunadas, nos encontramos con tasas de mortalidad muy superiores.
A pesar de todo, Flahault (a quien podemos ver en la imagen hablando junto con el ministro de Salud de Francia, Xavier Bertrand) advirtió de que, aunque son pocos (muy pocos) los casos, "pueden darse problemas técnicos y algunas personas vacunadas podrían contraer el virus, experimentar complicaciones graves y morir”. No hay que engañar a nadie. Ninguna medicación o vacuna tiene un 100% completo de efectividad. Pero suelen aproximarse.
Hay que tener muy en cuenta también el tema de los efectos secundarios y la seguridad de las vacunas. La realidad es que los laboratorios farmacéuticos han trabajado día y noche a un ritmo vertiginoso para obtener una vacuna y siguen trabajando para mejorarla e incluso para crear nuevas vacunas. Pero el poco tiempo que han tardado en desarrollarlas ha generado dudas y algunas personas siguen preguntándose si realmente podemos considerarlas seguras en comparación con otras vacunas anteriores, elaboradas con "más calma".
En marzo de 2021 se comunicaron casos de personas a las que, después de ser vacunadas, se les formaron coágulos de sangre, algunas de las cuales incluso fallecieron a causa de ello. Fueron vinculados con las vacunas desarrolladas por AstraZeneca y Johnson & Johnson y la situación generó más incertidumbre y preocupación por esos posibles efectos secundarios. Se investigó y se llegó a la conclusión de que este efecto secundario letal era algo extremadamente raro y que se daba en individuos con características de edad y salud muy concretas. La seguridad en el protocolo de vacunación se reforzó.
Otro asunto que está en la agenda de los antivacunas son los posibles efectos a medio o largo plazo. "En toda la historia de las vacunas, no ha existido un efecto secundario grave que no se haya producido dentro de las seis semanas posteriores a la vacunación", declaraba a la CNN el doctor Paul Offit, miembro del Comité Asesor de Vacunas de la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos.
Paul Offit (en el centro de la imagen) destacó que los efectos secundarios de las vacunas son insignificantes en comparación con el alto nivel de inmunidad que proporcionan. "Cuando se realizó el ensayo clínico de Johnson & Johnson involucró a 18.000 personas en Estados Unidos y 44.000 personas en todo el mundo. Si estos efectos secundarios se han dado en una de entre un millón de personas, no podíamos verlo en el proceso antes de su aprobación. Pero ahora que las vacunas están ahí afuera, a la gente debería reconfortarle saber que todavía hay gente supervisándolas”.
Otro tema habitual entre los antivacunas no está centrado en la ciencia, sino en la ética. Según dicen, los gobiernos no deberían forzar a toda la población a vacunarse, porque eso supondría coartar la libertad individual de las personas.
El doctor Salvador Macip, médico, investigador y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya, se ha posicionado en contra de este tipo de opiniones argumentando que la pandemia de la Covid-19 "es un problema comunitario, no individual". Por ello, no debería tratarse de un caso de libertad individual, sino de compromiso colectivo.
"No vacunarse afecta a la sociedad y a la gente de nuestro entorno, por lo que hay una parte de responsabilidad civil en ello", asegura Macip, mientras su compañero de la Universitat Oberta de Catalunya Manuel Armayones recalca que "al vacunarnos estamos contribuyendo a ser parte de una sociedad segura que cuida del bienestar de todos, de las personas más frágiles y con mayores riesgos, como los ancianos, o de personas que por cualquier motivo médico no puedan vacunarse".