Historia de un hundimiento: así cayó la Unión Soviética
Tras décadas de ser un bastión del socialismo, una superpotencia mundial y un modelo ideológico para millones, la Unión Soviética, fundada por Lenin en 1922 tras la revolución bolchevique, colapsó en un lapso sorprendentemente breve, que podría contarse en meses. ¿Qué eventos condujeron a esta desintegración? ¿Cuáles son las fechas clave que marcan el declive de este imperio?
Moscú, 25 de diciembre de 1991: la bandera roja con la hoz y el martillo ya no ondea sobre el Kremlin. En su lugar puede verse emblema blanco, azul y rojo de Rusia, la enseña tricolor que se remonta a la época de los zares.
Mikhail Sergeevič Gorbačëv, transcrito al español como Mijaíl Gorbachov, acababa de dimitir como presidente de la Unión Soviética.
Casi en medio del silencio, la Unión Soviética, uno de los principales actores del siglo XX, bajaba el telón a 70 años de historia sin ceremonias solemnes ni multitudes rindiéndole homenaje.
Gorbachov renunció a la presidencia con un discurso televisivo de poco más de diez minutos en el que decía: "El antiguo sistema se derrumbó antes de que uno nuevo tuviera tiempo de empezar a funcionar y la crisis en la sociedad se hizo aún más aguda. (...) Lo más dañino de esta crisis es la desintegración de la estructura del Estado. Y hoy me preocupa que nuestra gente pierda la ciudadanía de un gran país. Las consecuencias pueden llegar a ser muy duras para todos".
El 26 de diciembre de 1991, su sucesor, Boris Yeltsin, disolvió formalmente la URSS, una superpotencia basada en un régimen férreo que, antes de sus agitados últimos años, parecía sólido, inmutable, eterno.
Por primera vez en la historia de la humanidad un imperio de este tamaño dejaba de existir y no lo hacía porque hubiera sido derrotado en el campo de batalla.
Gorbachov había llegado al poder en 1985, cuando la URSS atravesaba un momento muy difícil. Por aquel entonces, el precio del petróleo había bajado drásticamente, el gasto militar era excesivo por la carrera armamentista (para competir en Estados Unidos y también para la pelea destinada al fracaso en la guerra de Afganistán) y los bienes de consumo empezaban a agotarse.
Gorbachov comprendió de inmediato que la economía del país necesitaba una reforma radical para recuperar su dinamismo. El sistema soviético, superado y golpeado por los competidores internacionales y la ineficiencia de la maquinaria burocrática, tenía que cambiar.
En un discurso en el XXVII Congreso del PCUS en febrero de 1986, hizo un análisis muy crítico de la degradación política, económica, tecnológica y moral del país. "Lo que la URSS necesita hoy ", dijo Gorbachov, es la "renovación radical de la mentalidad de todos, desde el simple obrero hasta el ministro, y la mejora del estilo de trabajo en general".
Gorbachov decidió afrontar este desafío con tres armas: 'Perestroika' (reestructuración), 'Glásnost' (transparencia) y 'Uskoréniye' (aceleración).
En el libro 'Perestroika', Gorbachov escribió: "Es el desarrollo de la democracia, el autogobierno socialista, el fomento de la iniciativa y la actividad creadora,... mayor transparencia, crítica y autocrítica en todos los ámbitos de nuestra sociedad".
Y añadía: "El resultado final de la 'Perestroika' es una renovación total de todos los aspectos de la vida soviética".
¿Qué preveía la renovación preconizada por Gorbachov? En primer lugar, la privatización de muchos sectores económicos estatales. En segundo lugar, la libertad de información y la reducción del control militar y político sobre los países satélites. Y, por último, pero no menos importante, la firma de tratados con Estados Unidos para el desarme.
La competencia militar con Estados Unidos ya no era económicamente sostenible para la URSS y, por ello, Gorbachov retomó el diálogo con su homólogo estadounidense, Ronald Reagan. Así, en 1987 se firmaron una serie de acuerdos con los norteamericanos para la reducción de sus arsenales militares.
Sin embargo, el reformismo de Gorbachov, aplaudido en el exterior, encontró reticencias y obstáculos dentro de sus fronteras, tanto entre los conservadores de su partido como entre los progresistas que exigían mayor apertura. A causa de ello, en el país se empiezan a vivir momentos de crisis y de tensión.
Los cambios económicos, políticos e institucionales y la política de distensión con Occidente no logran los resultados deseados.
El historiador francés Nicolás Werth lo explica así: "Para romper los mecanismos de la economía planificada de la URSS, instaurados esencialmente en los años 30, la perestroika fue incapaz de definir claramente unas reglas de juego nuevas o de proponer renovadas motivaciones a los trabajadores".
Ante la escasez de bienes de consumo, el aumento de los precios de las materias primas, la corrupción desenfrenada y el malestar social generalizado, el conflicto político interno en la URSS se agrava.
A pesar de la crisis interna, la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia, la caída del Muro de Berlín y el nacimiento del primer gobierno no comunista en Polonia, a principios de 1990 la URSS, sin embargo, todavía no parecía dar señales de flaqueza.
Pero el malestar dentro del país no tardaría en manifestarse, sobre todo por el resurgimiento de los nacionalismos étnicos en las distintas repúblicas soviéticas. El punto de inflexión se producirá finalmente entre 1990 y 1991.
En este período, las tres repúblicas bálticas (Letonia, Estonia y Lituania) así como Georgia declaran su soberanía e independencia y a ellas les sigue la mismísima Rusia, dentro de la cual comienza a moverse una facción paralela a la oficial encabezada por Boris Yeltsin.
La primera de las repúblicas soviéticas en declararse independiente fue Lituania, en marzo de 1990. El gobierno central reaccionó con sanciones económicas, pero sin éxito. El país siempre se había sentido cultural y políticamente extraño a la Unión Soviética.
A principios de 1991 arranca lo que muchos historiadores consideran el camino de Gorbachov hacia el autoritarismo. Ordenó al ejército soviético disparar contra los manifestantes lituanos en lo que se conoce como la masacre de Vilna. En aquel suceso se produjeron muchos muertos y heridos.
En la foto: mugshot (fichas policiales) de los prisioneros de la antigua cárcel de la KGB, ahora un museo dedicado al recuerdo del genocidio en Vilna.
Mientras en Moscú una gran multitud de personas protestaba contra la represión, en solidaridad con las víctimas de Vilna, Letonia y Estonia también se declaraban independientes, siguiendo el ejemplo de su vecino lituano.
A toda velocidad se dibujaba un panorama que conducía sin remedio a la desintegración de la Unión Soviética. En lo que pareció ser un último esfuerzo por mantener el statu quo del país, Gorbachov convocó un referéndum sobre la preservación de la URSS, que pareció haber sido un éxito, porque el 'sí' ganó con alrededor del 78% de los votos.
¿Pero fue realmente un éxito? La realidad es que Armenia, Georgia, Moldavia y las tres repúblicas bálticas decidieron boicotear la consulta y no participaron en la votación. Fue una clara señal de que su anhelo era la independencia.
En la foto: Boris Yeltsin (en el centro) en Armenia en 1991.
Fue entonces cuando comenzaron las negociaciones entre Moscú y las repúblicas que formaban parte de la unión. Y es que para salvar a la URSS no se podía ignorar las aspiraciones autonomistas de sus miembros. De hecho, incluso dentro de Rusia, el nacionalismo radical había comenzado a hacer oír su voz, sobre todo a través de la figura de un nuevo líder: Boris Yeltsin.
En aquellos años, Yeltsin y Gorbachov se habían convertido en protagonistas de un tira y afloja entre dos fuerzas: la de la independencia radical y la de la supervivencia de la URSS.
Las negociaciones de Gorbachov desembocaron en la firma de un tratado que aprobaba la constitución de una unión de estados soviéticos que gozaran de independencia y se gobernaran ajenos al centralismo. Papel mojado porque el 18 de agosto de 1991 Gorbachov fue detenido por la fuerza junto a su familia en su residencia de Foros, en Crimea.
Los conservadores, en un último intento por salvar el sistema soviético, intentaron dar un golpe de estado con el apoyo de algunos altos funcionarios. Su intención era derrocar a Gorbachov y salvar así a la URSS. Volver al centralismo estalinista.
Pero lo que sucedió fue todo lo contrario. Aquella acción a la que denominaron el 'golpe de agosto' no hizo más que acelerar la desintegración de la Unión Soviética y permitir que Yeltsin ganara cada vez más poder.
A raíz del arresto de Gorbachov, varios miembros del gobierno soviético, incluido el primer ministro Valentin Pavlov y el vicepresidente Gennadiy Janaev, declararon, junto con el jefe de la KGB, Vladimir Kryuckov, que, por razones de salud, Gorbachov no podía seguir manteniendo el cargo de presidente de la Unión Soviética, motivo por el cual sería sustituido por su vicepresidente.
Moscú fue entonces tomada por el ejército y tropas especiales pretendieron ocupar militarmente la ciudad. La reacción de la gente, sin embargo, no se hizo esperar y los tanques fueron detenidos por la oposición de miles de personas, que salieron a las calles a bloquearles el paso.
Yeltsin, elegido presidente de la República Rusa el 12 de junio de 1991, se subió a uno de aquellos tanques, instando a los ciudadanos a luchar por su libertad. El ejército se negó a abrir fuego contra los manifestantes y el "golpe de agosto" fracasó estrepitosamente. La bandera rusa pasaría a convertirse entonces en un símbolo para todos ellos.
El 24 de agosto de 1991, los tanques se retiraron de las calles de Moscú y Yeltsin pasó a tener en sus manos las riendas del país. A partir de ese momento, las declaraciones de independencia del resto de las repúblicas soviéticas se sucedieron: Ucrania, Bielorrusia, Moldavia, Azerbaiyán, Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán, Armenia, Turkmenistán, Kazajstán. Todas ellas querían ser países independientes.
El 8 de diciembre de 1991 el propio Yeltsin, como presidente de Rusia, firmó el Tratado de Belavezha con los presidentes de Ucrania y Bielorrusia. A través de él, declararon la disolución de la URSS y, en su lugar, se estableció la Comunidad de Estados Independientes (CEI), abierta a todas las ex repúblicas soviéticas.
El fin de la URSS supuso un verdadero trauma para millones de ciudadanos formados en la mentalidad soviética. Putin es uno de los que ha manifestado en alguna ocasión que aquello fue un error. Pero ¿puede darse marcha atrás a la historia? ¿Algo parecido a la URSS puede reconstruirse? ¿O quizás se trata de volver más atrás, al Imperio Zarista? Veremos.
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