Las terribles consecuencias que conllevaría la desaparición de los insectos
El cambio climático no solo trae un incremento de las temperaturas o el deshielo de los polos. Sus consecuencias van mucho más allá. Su imparable avance está provocando la desaparición de los insectos y eso no es, ni mucho menos, una buena noticia para nosotros.
Tal y como alertan los científicos, que se muestran cada vez más preocupados por esta situación, la desaparición de los insectos tendría como consecuencia un importante desequilibrio para el medio ambiente y nuestro sistema productivo.
Según un estudio reciente del Centro de Investigación de la Biodiversidad y el Medio Ambiente del University College de Londres publicado por Nature, en 10 años, en algunas zonas agrícolas -las más afectadas- el número de insectos ha descendido un 63% y en su hábitat natural un 25%.
Esa teoría ya la apoyaba otro estudio de la Universidad Técnica de Múnich publicado en 2019, en el que se destacaba que la mayor pérdida de especies de insectos es mayor cerca de tierras de cultivo intensivo, donde, en 10 años, solo han sobrevivido el 33% de ellos.
Es el caso de este otro estudio tampoco le quita importancia a la desaparición que se han registrado en los bosques de Alemania, donde se ha perdido, según apuntan, el 40% de la biomasa de insectos desde el año 2007.
Las funciones de los insectos son fundamentales, tal y como apuntan en el estudio del University College: aparte de polinizadores, en el caso ciertos insectos voladores, otros ayudan a mantener a las plagas bajo control y descomponen la materia inerte para liberar nutrientes en el suelo.
En el caso de la polinización, cabe destacar que es fundamental también para los propios cultivos que se destinan a la alimentación humana, por lo que la desaparición de estos insectos provocaría graves problemas en el sistema productivo a nivel mundial y de abastecimiento.
La importancia de los insectos polinizadores para nuestros cultivos se demuestra con el dato de que, en torno a un 80% de las plantas cultivadas, dependen de esa función que realizan.
Dave Goulson, profesor de la Universidad de Sussex (Inglaterra) apunta al respecto que “sin insectos, el 80% de las especies de plantas silvestres no podrían reproducirse y se acabarían extinguiendo. Y el 75% de las cosechas los necesitan para ser rentables. Moriríamos de hambre sin insectos”.
Y lo peor de todo es que, según alertan en el estudio elaborado por la Universidad Técnica de Múnich, al ritmo actual de desaparición de insectos, podrían extinguirse completamente en apenas un siglo, con esas graves consecuencias de fondo.
Sin la presencia de insectos polinizadores, nuestra alimentación se vería forzada a depender solo de cultivos polinizados por el viento, lo que se reduce al trigo, la cebada, el maíz y poco más, eliminando de un plumazo numerosas frutas y verduras.
Si analizamos por zonas, muchos estudios apuntan a una situación especialmente preocupante en las zonas agrícolas de alta intensidad de los países tropicales, donde viven la mayoría de los 5,5 millones de especies de insectos que existen y donde, apuntan, están amenazados por el cambio climático y la pérdida de su hábitat natural.
Puede ser el caso de Puerto Rico, donde, en el bosque lluvioso de Luquillo, por ejemplo, hay actualmente un 60% menos de especies de insectos que en la década de los años 70 después de que la temperatura haya subido dos grados en medio siglo, según un estudio del Instituto Politécnico Rensselaer de Estados Unidos al que hace referencia WWF.
En Europa, los científicos han demostrado una importante pérdida de insectos polinizadores en países como el Reino Unido; ha disminuido el número de mariposas entre un 30 y 50% en todo el continente y en Alemania se ha reducido la biomasa de insectos voladores en un 76%.
“Una disminución en esta escala durante un período de solo 10 años nos sorprendió por completo: es aterrador, pero se ajusta a la imagen presentada en un número creciente de estudios”, ha advertido Wolfgang Weisser, profesor de Ecología Terrestre de la Universidad Técnica de Múnich.
En otro estudio publicado por The Guardian en 2022, se alertaba de ese importante descenso de insectos voladores en Gran Bretaña, que había alcanzado el 60% desde el año 2004, con una caída de un 34% por década que los científicos han calificado como “aterradora”.
En el caso de Dinamarca, el descenso es aún más acusado, según recoge The Guardian, con una importante pérdida de insectos que alcanzaría el 80% del total de su población entre los años 1997 y 2017.
En Asia la situación es tan preocupante que ya se ha recurrido a polinizar a mano. Es el caso de China, donde lo hacen con los árboles frutales -manzanos y perales, fundamentalmente- porque las abejas hace tiempo que desaparecieron de sus zonas de cultivo.
Según apuntan en un artículo del portal Econoticias, el uso excesivo de pesticidas, sumado a la desaparición del hábitat natural de los insectos, ha provocado su desaparición en el país asiático.
Lo mismo sucede en Corea del Sur, donde no hay abejas para polinizar los árboles frutales y, en zonas como Seosan, se utilizan drones para hacer esa función de polinización, lo que se hace por eficiencia económica, ya que es un 25% más barato que si es realizado por humanos.
"Los drones pueden polinizar uniformemente y pueden tener aún más éxito si se utilizan agentes de atracción de abejas", explica Kim Gap-sik, responsable del Gobierno local. Aunque, según se ha demostrado, no solucionan el problema de la desaparición de las abejas.
Sin embargo, la tarea de polinizar a mano es muy ardua y poco efectiva, teniendo en cuenta la limitación de árboles sobre los que se puede actuar (y ni qué decir de grandes cultivos). Utilizan tarros de polen y pinceles y van flor por flor realizando el trabajo, aseguran en Econoticias.
Es por ello que la solución no se encuentra en buscar alternativas a los insectos, sino en poner medios para evitar su desaparición antes de que no hay vuelta atrás.
Según varios estudios realizados en Europa y Estados Unidos, una solución, en el caso de las tierras de cultivo, sería plantar franjas de flores salvajes y zonas de vegetación natural -que pueden incluir árboles- entre las partes cultivadas, lo que aumentaría la presencia de insectos polinizadores.
Según explican, eso además, supondría también un aumento de la población de predadores naturales que ayudaría a eliminar la dependencia de los pesticidas, una de las grandes razones de la desaparición de los insectos en este contexto.
El profesor Dave Goulson, de la Universidad de Sussex, también ha querido aportar su granito de arena proponiendo sus propias recetas para luchar contra lo que denomina “el apocalipsis de los insectos” en su libro ‘Planeta silencioso. Las consecuencias de un mundo sin insectos’, publicado en 2023.
En la parte final del libro, Goulson da especial importancia a los jardines y los espacios verdes urbanos en la cruzada por evitar la desaparición de los insectos: “Cualquiera que tenga un jardín puede cultivar fácilmente flores que proporcionen alimento a las abejas”, apunta.
En cuanto a la agricultura, Goulson destaca que “el mayor desafío al que se enfrenta la humanidad es averiguar cómo alimentar a 10.000 millones de personas en 2050 sin destruir el planeta. La agricultura industrial actual está dañando los suelos, acabando con la biodiversidad, contaminando ríos, lagos y mares, y contribuyendo mucho al cambio climático”.
Por ello, continúa el experto, “necesitamos ayudar a los agricultores a reducir masivamente el uso de pesticidas, a cuidar el suelo y a incentivar a los polinizadores. Un cambio hacia la agricultura orgánica y el fin de las granjas industriales de ganado sería de gran ayuda”.
“Hay que encontrar formas más sostenibles de agricultura, y todos podemos ayudar comprando productos orgánicos locales, de temporada y comiendo menos carne. También deberíamos votar por políticos que prioricen el cuidado de nuestro medio ambiente. Realmente no hay planeta B”, concluye Goulsen.
En un informe para UK Wildlife Trusts, el propio Goulsen dio las claves para ayudar en nuestros propios jardines: cortar el césped con menos frecuencia y permitir la floración natural, cultivar plantas que atraigan polinizadores, hacer un hotel de insectos, cavar un estanque que atraiga a insectos como las libélulas, no usar pesticidas e instar a las autoridades locales a promover la plantación de árboles y flores.
Por otro lado, también se está usando la ingeniería genética para hacer abejorros de laboratorio (en Bélgica y Holanda) que son enviados por todo el mundo, aunque esta cuestión, según Goulsen es “controvertida” ya que estos nuevos insectos, “especies invasoras”, apunta, pueden transmitir enfermedades a los insectos locales.
El reto, desde luego, es complicado. Los insectos son fundamentales para todos nosotros, aunque no les demos la importancia que merecen y ahora nos toca a nosotros luchar por evitar su desaparición antes de que sea demasiado tarde para todos.