Los nuevos pasajeros del Titanic
Fue el 15 de abril de 1912 cuando el famoso transatlántico RMS Titanic chocó contra un iceberg provocando una de las mayores catástrofes marítimas de la historia.
Fallecieron casi 1.500 personas, mientras que los restos del transatlántico se hundieron a más de 3.800 metros de profundidad donde, más de un siglo después, siguen siendo motivo de estudio y admiración.
La realidad es que no fue hasta 1985 cuando Robert Ballard, en la foto, descubrió que los dos fragmentos en los que se partió el Titanic reposaban a tal profundidad en las complicadas aguas del Atlántico Norte.
El oceanógrafo confiaba en encontrar los restos de un barco oxidado, erosionado y casi fantasmagórico pero dio con todo lo contrario, un entorno submarino fascinante y lleno de vida.
¿Cómo puede ser que en una zona a la que no llega la luz solar y los nutrientes sean casi nulos? Tan sencillo como que el propio Titanic arrastró numerosa materia orgánica al fondo del mar (personas, animales, madera, bacterias...) como para favorecer la proliferación de un ecosistema abisal propio.
Desde entonces, han sido múltiples las expediciones que se han hecho a la zona, algunas con infaustas consecuencias, pero otras han aportado información y realidad sobre lo que es el Titanic a día de hoy: un recuerdo vinculado a la muerte, en el que la vida se ha abierto paso.
Y es que las primeras expediciones que consiguieron llegar a los restos del Titanic, lo hicieron cuando habían pasado 73 años desde su hundimiento, tiempo de sobra para que el fondo marino haga suyo el transatlántico.
Pero, ¿qué tipo de animales pueden sobrevivir a casi 4 kilómetros de profundidad en las gélidas aguas del Atlántico Norte? 'Muy Interesante' los ha recopilado en un artículo que hace honor al nombre del medio.
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Los habitantes del Titanic que son más fáciles de percibir son los sésiles, entre los que sobresale la gorgonia (en l a foto) de la especie Chrysogorgia agassizi, un coral con capacidad para vivir a gran profundidad.
Georgyj M. Vinogradov, investigador de fauna abisal en el Instituto Shirov de Oceanología de Rusia, quiso hacer un estudio a uno de estos corales, al que hizo un seguimiento durante casi una década.
El investigador tomó un ejemplar situada en la baranda de la proa del Titanic, la misma desde la que Leonardo DiCaprio se proclamó rey del mundo, y vio que en 1991 medía 4 centímetros que pasaron a ser 12 cm en 1999. Un año más tarde, publicaría su estudio.
Crinoideos y ascidias (en la foto) son otros dos ejemplares de sésiles que abundan en los restos del Titanic. Los primeros, conocidos como lirios de mar, también dominan la baranda de proa en la zona de estribor. No obstante, estos corales se hacen fuertes en cualquier lugar donde puedan adherirse, incluso llegaron a la sala de máquinas.
En este caso, los sésiles son habitantes permanentes del Titanic pero hay otros animales marinos que llegan al transatlántico arrastrados por las corrientes, se quedan un tiempo y se van por donde vinieron, como son los gusanos.
Los gusanos poliquetos (en la foto) llegan a hacer madrigueras en los restos del barco, mientras que cangrejos y arañas de mar son más de moverse por las cubiertas, así como los ctenóforos deambulan por las estancias interiores del Titanic.
Y es que, si algo consigue el fondo del mar, es universalizar la estancia de un elemento tan elitista como era el Titanic. A 4 km de profundidad no hay primera o quinta clase, ni zona VIP, tan sólo hay un objetivo: sobrevivir y, si se puede, encontrar un hogar.
Desde 'Muy Interesante' apuntan a que ha habido avistamientos de grandes pulpos, peces abisales, peces pelícano (una temible criatura capaz de comerse peces de mayor tamaño), incluso peces bioluminiscentes, algo habitual a tales profundidades y que implica un punto onírico añadido a este sueño eterno que duerme el Titanic.
Si el día del hundimiento del Titanic tuvo que ser terrorífico para sus pasajeros, cabe pensar que cualquier día que ha pasado el barco en el fondo del mar desde entonces, habrá sido aún más aterrador.