Peso Pluma o Natanael Cano en la mira: así funciona la polémica industria de los narcocorridos
Los narcocorridos están de moda en México. Según un artículo de la revista Diagonal, publicación del Centro de Música Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de California, este género musical ya es “parte de las prácticas de socialización, ocio y entretenimiento de los jóvenes”.
Según Hemispheric Institute, los narcocorridos son composiciones musicales que tratan principalmente de las “historias y aventuras del mundo del narcotráfico y de los narcotraficantes”. Su origen está en la frontera norte de México y están muy presentes en el estado de Sinaloa, más concretamente en su capital, Culiacán.
Entre sus mayores representantes están nombres como Peso Pluma, Natanael Cano o Junior H, según Infobae. Canciones como La People, de Peso Pluma, podrían confirmar la exaltación de narcotraficantes en sus obras.
“Valen más que no me vuelvan a buscar / Qué me van a encontrar / La bandera de aquí sigue siendo Guzmán / Lo vuelvo a recalcar”, dice la letra de la canción que hace alusión a Néstor Isidro Pérez Salas, alias El Nini, jefe de seguridad de Los Chapitos.
Y para continuar publicando tales éxitos, los artistas siguen algunos pasos revelados por el productor musical Javier Molina en un reportaje de Arte.tv Documentales. Molina tiene ya tres décadas de experiencia en la industria y conoce los riesgos que los cantantes de narcocorridos pueden enfrentar.
Según Infobae, en el reportaje Molina explica cuáles son los procedimientos para que un cártel de la droga autorice un narcocorrido sin que los compositores e intérpretes no tengan ningún tipo de repercusión negativa en sus vidas privadas.
“Nadie aquí puede sacar un corrido sin autorización. Nadie. Hay consecuencias muy graves, hasta la muerte”, dice Molina. Según el productor, si no hay el visto bueno de los narcos, el grupo criminal al que se hace referencia pueden, por ejemplo, “levantar” (privar de la libertad de manera momentánea) a miembros de la producción.
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Él explica que, en la mayoría de los casos, los propios miembros de las bandas son los que contactan a los cantantes para que les compongan una canción. Después de la autorización, se empieza a componer la letra y la música.
Entonces graban una primera versión del tema y se la envían a la persona que los contactó para el trabajo. El propio criminal al que se hace referencia analiza la canción y pide correcciones. Se vuelve a grabar con las alteraciones pedidas y, si no hay más cambios, la música está lista para ser lanzada.
Molina recalca que este control es importante porque los narcocorridos pueden proporcionar información importante para los órganos de seguridad: “Un corrido puede ayudar o puede afectar a un personaje. ¿Por qué? Porque si sale un corrido y se dice todo lo que él hace y los gustos, es información para la DEA, FBI, Interpol, quien sea que los ande buscando”, explica.
¿Y por qué correr este riesgo? Un presunto miembro del Cártel de Sinaloa entrevistado en el reportaje, explicó que “los corridos se hacen para dejarles saber a otros cárteles la fortaleza o el poder que tiene el rival”. Según él, se puede pagar hasta 100 mil dólares por una canción para que “la gente sepa quién eres, obtengas fama y seas tan conocido como un youtuber”.
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