Recordando la Unión Soviética
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) nació en el año 1922, existiendo como un estado federal hasta su desmembramiento y posterior desaparición en 1991. Pero, pese a ser cosa del pasado, la Unión Soviética sigue provocando (para bien o para mal) gran fascinación e interés entre las nuevas generaciones.
A lo largo de sus casi 70 años de historia, la Unión Soviética fue transformando a Rusia, principalmente, pero también al resto de repúblicas por las que estaba conformada, pasando de ser un reino atrasado -casi feudal- gobernado por un zar autocrático a una superpotencia mundial y moderna que llegó a rivalizar en casi todo con Estados Unidos.
La Unión Soviética nació en un momento de agitación política en Rusia. El zar, monarca absoluto que por aquel entonces -1917- gobernaba el Imperio Ruso con mano de hierro, fue derrocado, tras lo cual se instauró un gobierno provisional que nada pudo hacer frente a la revuelta bolchevique puesta en marcha y dirigida por el líder revolucionario Vladímir Ilich Uliánov, más conocido como Lenin. Tras la toma del poder por parte de los bolcheviques, se inició una guerra civil en Rusia.
Los años previos a la creación de la Unión Soviética estuvieron marcados por la Guerra Civil Rusa, librada principalmente entre el gobierno bolchevique que se había establecido en el poder y su Ejército Rojo frente al Ejército Blanco, que peleaba por restablecer la monarquía. Aquel Ejército Rojo recién creado no tardaría mucho en convertirse en legendario.
Incluso en la actualidad, 30 años después de la desaparición de la Unión Soviética, el Ejército Rojo sigue presente a través de ciertos elementos e imágenes en los desfiles militares que tienen lugar en Rusia, especialmente durante las conmemoraciones de la Segunda Guerra Mundial.
La inestabilidad política marcó los primeros años de la Unión Soviética, que fue creada oficialmente en 1922, mientras los nuevos gobernantes intentaban definir cómo debía ser el primer estado socialista que iba a existir en el mundo. Pasaron dos años hasta que en 1924 Lenin falleció y Iósif Stalin se acabó convirtiendo en su sucesor, dirigiendo a partir de aquel momento y durante varias décadas el nuevo estado.
Stalin fue el presidente más emblemático de la Unión Soviética y una de las figuras más importantes de la política mundial del siglo XX. De hecho, aún hoy sigue notándose su influencia. La BBC se hizo eco en 2019 de una encuesta realizada en Rusia en la que aseguraban que el 51% de los rusos todavía mostraban admiración por el líder soviético.
Iósif Stalin dirigió la Unión Soviética basándose en una economía centralizada y con el objetivo de una industrialización a gran escala. En ese punto surgieron sus planes quinquenales, con los que consiguió que esa industrialización fuera rápida, generalizada y centrada sobre todo en la industria pesada. El Movimiento Estajanovista -movimiento obrero creado de forma paralela a estos planes- convertiría en héroes a los trabajadores eficientes y abnegados que dieron todo para alcanzar y superar las cuotas de producción.
'El Tío Joe', como apodaron a Stalin los medios de habla inglesa de la época, fue quien estuvo al frente de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, dejando imágenes para la historia como la de la foto, junto a Churchill y Roosevelt, en la Conferencia de Yalta, justo antes del final de la contienda. El Ejército Rojo fue fundamental en la derrota de la Alemania nazi, y los soviéticos fueron quienes sufrieron el mayor número de bajas en aquel conflicto bélico, cifrado en 24 millones de personas.
Sin embargo, el colectivismo de la Unión Soviética, centrado en la figura de Stalin, enfrentó al líder con numerosos grupos sociales y étnicos. El Holodomor, también conocido como genocidio ucraniano u holocausto ucraniano, fue un terrible periodo de hambruna vivido entre los años 1932 y 1933 a causa de esa colectivización (a la que se oponía gran parte del campesinado propietario ucraniano). Según National Geographic, el Holodomor le costó la vida a siete millones de personas. En la imagen: el Memorial Holodomor, en Kiev.
La represión política también fue otra de las señas de identidad del gobierno de Iósif Stalin. Las purgas, los juicios convertidos en un espectáculo público para inocular el terror en la sccoidad y la censura formaban parte de la vida cotidiana de los habitantes de la Unión Soviética. A quien caía en desgracia se le ejecutaba o se le enviaba a prisión y también era borrado de las fotografías donde hubiera coincidido con Stalin.
Millones de personas fueron ejecutadas durante el mandato de Stalin, muchas de ellas con acusaciones absolutamente infundadas. Otras muchas fueron enviadas a trabajar a campos de trabajos forzados a los que llamaban gulags y que estaban situados en regiones remotas e inhóspitas como Siberia.
Stalin falleció en 1952 y tras el llegaría Nikita Jruschov, el presidente de la Unión Soviética durante la época de la Guerra Fría con Estados Unidos. El nuevo líder soviético se mostró contrario al gobierno de Stalin y fue el responsable de la desestalinización parcial del estado, iniciando un proceso para desmantelar el culto a la personalidad en torno al anterior líder.
Sin embargo, no todo fue fácil en este nuevo periodo. La economía soviética se tuvo que enfrentar a todo tipo de problemas relacionados con su planificación centralizada . En la imagen se puede ver a un nutrido grupo de personas haciendo cola en Moscú para comprar productos occidentales en los grandes almacenes GUM en el año 1960.
A pesar de esa imagen que nos ha llegado como un estado totalitario y sombrío, en la Unión Soviética la gente también encontró la forma de vivir de forma satisfactoria y feliz. Como ejemplo valga esta imagen con un buen número de personas en la playa, de vacaciones en el Mar Negro, a principios de los años setenta.
En su vida cotidiana, los soviéticos también tenían sus ventajas en materias como la sanidad, la educación y los servicios sociales. En esta foto de los años 80 podemos ver a un grupo de niñas durmiendo en una guardería en la ciudad de Stavropol mientras sus padres estaban trabajando.
El Partido Comunista de la Unión Soviética fue la columna vertebral de la URSS. Sin embargo, a mediados de la década de 1980, el PCUS representaba menos del 10% de la población. Los funcionarios del gobierno, los militares, los miembros de la prensa y los académicos solo podían ascender si eran miembros del partido.
Los deportes jugaron un papel fundamental en la vida del país. Desde el año 1952, la Unión Soviética tuvo una presencia muy significativa en los Juegos Olímpicos, ganando más de 1.200 medallas antes de se desaparición, de las cuales 473 fueron de oro.
Moscú fue sede de los Juegos Olímpicos de 1980 (en la foto), que fueron boicoteados por Estados Unidos y algunos de sus aliados por la invasión soviética de Afganistán. Aquello tuvo su respuesta en 1984, cuando fue la URSS la que boicoteó los Juegos Olímpicos celebrados en Los Ángeles.
El enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética también tuvo lugar en el terreno deportivo. De ahí quedan para el recuerdo contiendas memorables como el famoso 'Milagro sobre hielo' (Miracle on Ice), la victoria de los estadounidenses sobre los soviéticos a en la final de hockey sobre hielo de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1980 celebrados en Lake Placid, Nueva York.
La ciencia fue otro de los campos de batalla en los que se enfrentaron ambas superpotencias durante la Guerra Fría. La Unión Soviética consiguió que uno de sus astronautas, Yuri Gagarin, se convirtiera en el primer hombre en viajar al espacio el 12 de abril de 1961.
Unos años después, y más concretamente el 21 de julio de 1969, Estados Unidos tomaría la delantera a la Unión Soviética en esa carrera espacial cuando logró que Neil Armstrong y el resto de la tripulación del Apolo 11 aterrizaran en la Luna y regresaran a la Tierra sanos y salvos.
Imagen: NASA
En la década de los 80, la URSS se enfrentaba a una importante crisis. La retirada de las tropas soviéticas de Afganistán en 1989, tras 10 años de ocupación por parte del Ejército Rojo, dejaría una sensación de derrota política y militar. Los años 90 marcarían, en ese aspecto, el principio del fin.
A aquella crisis se sumó además la decadencia de la imagen de la élite política soviética, envejecida, sin una diversidad de opiniones e incapaces de poner en marcha reformas para mejorar la situación. Aquello dio pie al sarcasmo entre los rusos en aquella época, que decían que el liderazgo de la Unión Soviética pasaba no de padres a hijos sino "de abuelo en abuelo".
Esa clase política envejecida y sin ideas que gobernaba la Unión Soviética chocó de frente con los cambios en la economía global, a los que no supieron adaptarse. Fue la época en la que los presidentes de Estados Unidos y el Reino Unido, Ronald Reagan y Margaret Thatcher instauraron una nueva era de políticas neoliberales.
El presidente de los Estados Unidos entre 1981 y 1989, Ronald Reagan, fue más beligerante que sus predecesores con la Unión Soviética refiriéndose a ella como "el imperio del mal".
Mijaíl Gorbachov se convirtió en el jefe de estado de la Unión Soviética en el año 1985 y de su mano vinieron una serie de reformas democratizadoras como la demoninada 'Glásnost', centrado en la liberalización del sistema político soviético, o la conocidísima 'Perestroika', que se pretendía la modernización económica del país.
La imagen de la inauguración de un McDonald's en la Plaza Roja de Moscú en noviembre de 1990, en plena perestroika, fue para muchos expertos un ejemplo claro de que se acercaba el final de la Unión Soviética.
Las reformas llevadas a cabo provocaron un efecto dominó que sacudió al bloque oriental en toda Europa. La imagen del Muro de Berlín cayendo a pedazos se convirtió en un icono de ese proceso y los enfrentamientos entre Gorbachov y la línea dura del Partido Comunista llevaron a la desaparición definitiva de la URSS a finales de 1991.
La vida en los países de la antigua Unión Soviética no ha sido fácil desde 1991. Han arrastrado desde entonces muchos problemas que generan, en parte de la población, un sentimiento de nostalgia. Según una encuesta de la que se hizo eco la revista Newsweek en 2017, el 66% de los rusos cree que la disolución de la URSS fue un error.