Verano de crisis climática: incendios, inundaciones, calor extremo
Los incendios en California comenzaron a principios de julio y no han parado. Imposible frenar una ola de fuegos que, de modo evidente, tiene su origen en la crisis climática que azota el planeta.
California sufre desde hace meses una de las peores sequías de su historia. Y los incendios son consecuencia de la falta de agua que ha dejado ríos como el de la imagen (el San Gabriel) sin apenas caudal.
Y, así, con sequía y fuertes vientos, se han quemado más de 30.000 hectáreas en California. Más de 2.000 personas han sido evacuadas y cientos de edificios han ardido. El fuego es un mal endémico en California pero en los últimos años su devastación se ha multiplicado. Y no es el único episodio catastrófico que se ha dado este verano atribuible al cambio climático. Viajemos a otros puntos del globo a comprobarlo.
La ciudad china de Zhengzhou (con más de cuatro millones de habitantes) fue el epicentro, durante este mes de julio, de unas lluvias torrenciales en las que cayó tanta agua como lo habitual a lo largo de todo un año. Hubo miles de personas evacuadas y decenas de muertos.
Pese a lo excepcional de las lluvias en Zhengzhou, las autoridades chinas negaron que estuvieran vinculadas al cambio climático. Los meteorólogos locales se limitaron a definir el fenómeno como "un aguacero de los de una vez cada mil años".
La discusión científica está abierta. Si vamos al caso concreto, la relación causa-efecto entre cambio climático y episodios de inundaciones resulta complicada de probar. Pero cuando se encadenan numerosos sucesos de este tipo y cada vez en periodos más cortos, la ciencia alerta: el ser humano ha cambiado el clima del planeta y estas son las consecuencias. En China o, por ejemplo, en Alemania.
Ha sido la noticia que ha conmocionado a Europa: devastadoras lluvias en Alemania que han arrasado una amplia zona de Renania-Palatinado y también han afectado a Bélgica y Luxemburgo. Pueblos enteros destruidos y 188 muertos.
Y, otra vez, la discusión científica: ¿es achacable este desastre al cambio climático? En este caso, las autoridades alemanas así lo creen. Nadie recordaba unas lluvias tan intensas en esa zona del país. Además, los científicos insisten en que hay que contemplar la foto global: y este verano ha resultado evidente que se han encadenado sucesos climáticos extremos. Véase lo ocurrido en áreas de Canadá y Estados Unidos que habitualmente viven veranos templados.
Ciudades como Portland (en la imagen) y Seattle, al norte de Estados Unidos, alcanzaron temperaturas de 46º. Un calor insoportable para urbes cuyas viviendas, en muchos casos, prescinden del aire acondicionado debido a que su clima tiende a frío habitualmente. Pero, de pronto, todo ha cambiado.
Portland llegó a habilitar pabellones climatizados para proteger del calor a ciudadanos que se vieron sorprendidos por las altísimas temperaturas. Es la imagen de refugiados climáticos en el mundo desarrollado.
Fuentes, ríos y todo rastro de agua fresca se desbordaron de seres humanos en busca de alivio. En Lytton, cerca de Vancouver, en Canadá, el termómetro llegó a marcar 48 grados, la mayor temperatura registrada en su historia.
Estamos hablando de un área de Norteamérica donde lo habitual es la lluvia, incluso la nieve (véase la imagen de Seattle en febrero), y que se ha visto sorprendida por lo que los científicos creen que es el principio de una era de temperaturas al alza hasta extremos insoportables.
Este verano se ha llegado a los 54'4º en el Valle de la Muerte. Un ejemplo extremo. Pero los científicos previenen: si no frenamos el paulatino aumento global de temperaturas, ciertas zonas del planeta hoy habitadas se convertirán en invivibles. Podemos asistir a grandes migraciones hacia el norte que desestabilizarían el mundo.
Las zonas frías se calientan. Incluso la helada Siberia. El permafrost (suelo permanentemente congelado) está derritiéndose. Rusia lo ve cómo una oportunidad para explotar posibles yacimientos subterráneos. Los científicos vaticinan un desastre: inestabilidad, posibles inundaciones, liberación de gases de efecto invernadero...
Imagen: Roman Purtov / Unsplash
Cada catástrofe o cambio climático en algún punto del planeta provoca un efecto dominó que acarrea cambios en otros lugares. Un pequeñísimo ejemplo: este verano de incendios continuados en California llegó en forma de humo a Nueva York. Una niebla de cenizas cruzó de costa a costa el país y afectó a la ciudad de los rascacielos.
Y luego está la previsión de que muchas zonas del planeta pueden desaparecer bajo las aguas debido a la crisis climática: en Estados Unidos hay científicos que alertan sobre el posible fin de Taniger, en el estado de Virginia. Se trata de un conjunto de islas en la bahía de Chesapeake que están hundiéndose temporada tras temporada. No es algo nuevo, pero ahora se acelera el proceso.
Está claro que resulta necesaria una acción decidida de gobiernos y ciudadanía para detener la crisis climática. Porque sus efectos se aceleran y, según los científicos, 2030 es el año en que ya no habrá vuelta atrás. ¿Por qué?
Imagen: Matt Palmer / Unsplash
Los investigadores creen que, a este ritmo, las temperaturas en el planeta podrían subir tres grados o más y ello provocaría catástrofes encadenadas: incendios, pérdida de zonas cultivables, falta de agua... Todo eso podría ocurrir en 2030.
(En la imagen, incendio en Tasmania, también en este verano de 2021).
Hay que detener la emisión de gases invernadero, reformular nuestros hábitos alimenticios, abandonar los productos contaminantes... Cambiar para que la humanidad no se extinga.
Imagen: Erik McLean / Unsplash
El objetivo es salvar el planeta para sobrevivir y que el futuro de la humanidad no sea una penosa lucha contra el fuego, las inundaciones, los huracanes y las sequías. Que seguirán existiendo pero no en la creciente frecuencia con que actualmente parecen asolar el globo.
Imagen: Jeremy Zero / Unsplash