Cuando la mascota es la heredera de una gran (o pequeña) fortuna
Por lo general, son los humanos los que lloran la pérdida de sus mascotas. Perros y gatos, los animales de compañía más comunes, tienen una media de vida de 12 a 20 años, en función de la raza y otros factores, por lo que es habitual que mueran antes que sus dueños.
La pregunta es, ¿qué pasa cuando es al contrario? Es decir, ¿qué pasa con las mascotas cuando quien muere es el dueño? Pues que en cada vez más casos, las mascotas quedan perfectamente atendidas y cuidadas.
Un completo e interesante reportaje en The Hustle desvela que cada vez son más las personas que dedican parte de su herencia al cuidado y manutención de sus mascotas.
Tomando Estados Unidos como referencia, por ser el país con más animales domésticos del mundo (solo entre perros y gatos, ha cerca de 110 millones, según el Insurance Information Institute), el artículo estima que 4 de cada 10 dueños de mascotas deja establecido un plan financiero para sus mascotas tras su fallecimiento.
El motivo es sencillo, en una sociedad cada vez más individualizada, las mascotas se han convertido en un pilar fundamental para muchas personas. De hecho, en Leader Post afirman que más del 80% de personas consideran a sus mascotas igual de importantes que cualquier otro ser humano.
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Además, el hecho de que las parejas tengan cada vez menos hijos, menos tiempo y, por tanto, menos relación con sus familiares, hace que las mascotas sean cada vez más habituales en los hogares.
De hecho, no hay más que ver cómo afecta a familias enteras la pérdida de una mascota que les ha podido acompañar durante 15 años que, en el caso de los más peques de la casa, puede ser toda su vida.
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Y no, el hecho de dejar previsto un fondo dedicado a una mascota cuando el dueño fallece no es solo cosa de millonarios y gente adinerada. Al contrario, familias de toda clase social y recursos variados también se preocupan del bienestar de sus mascotas cuando ellos falten.
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A la hora de legar parte de la herencia a una mascota, hay dos formas de hacerlo. La más habitual, crear un fondo que se use para cuidad y mantener el nivel de vida del animal hasta su muerte. Y la alternativa, que pasa por una donación directa a una persona de confianza que administre el patrimonio.
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Obviamente, hecha la ley, hecha la trampa. Muchas de las personas que reciben dicha donación, no tienen los lazos sentimentales que les unen a las mascotas y pueden emplear el dinero en otros menesteres.
De ahí que la opción más habitual sean los fondos, en los que se establecen mecanismos de control de los gastos, incluyendo revisiones periódicas del animal y la relación que mantiene con su nuevo dueño.
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Cuesta imaginar las cantidades que reciben algunas mascotas, toda vez que algunas personas de presunta confianza llegan a sustituir a la mascota, cuando ésta muere, por un animal similar para seguir disfrutando del dinero.
Y es que, en algunos casos, hablamos de mucho dinero. Uno de los más curiosos, el gallo Gigoo, mascota del multimillonario Miles Blackwell, quien le dejó 15 millones de dólares, gestionados desde un fondo, para garantizarle una vida de lujos tras su muerte.
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Ahora, Gigoo ni se acerca a la fortuna de Gunther IV, el perro que recibió 375 millones de dólares de su dueña, la condesa Carlotta Liebenstein, fallecida en 1992. Por poner en contexto, el perro cenaba filetes con caviar y tenías varias casas valoradas en millones de dólares.
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A muchos les puede parecer excesivo pero, como hemos dicho, son parte de la familia y, como tal, son tratados a la hora de repartir la herencia.
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